Doy por hecho que te vuelcas fomentando la lectura y animando la escritura entre tu alumnado. Que eres capaz de contagiar esas dos potencialidades porque tú también eres un ferviente lector, una ferviente lectora y porque escribes con frecuencia y además les regalas a tus alumnos y alumnas lecturas en voz alta y les lees tus propias reflexiones, tus propios “ejercicios de escritura”. Doy por hecho que llegas con frecuencia a tu aula con libros en las manos, que los depositas encima de la mesa después de haber hablado de su contenido, por si alguien quiere tomar uno para leerlo en soledad. No tengo ninguna duda de que acudes a la biblioteca de tu colegio y les enseñas a tus chicos y chicas qué hay en ella, qué secciones tiene y cómo podemos explorarlas; que no es lo mismo manejar un atlas, que tomar en las manos una revista de naturaleza o una monografía; que los diarios (en papel o en edición digital) nos ponen al día y actualizan algunos de nuestros conocimientos y que los libros de historia o de geografía nos cuentan cómo fue y cómo es el mundo que habitamos… Imagino que algunos de los trabajos o de los proyectos que desarrollas a lo largo del curso, deben contar para su ejecución con los materiales documentales que ofrece la biblioteca escolar; entre los que también están los medios informáticos y los soportes audiovisuales; porque la biblioteca no empieza y termina entre las cuatro paredes tradicionales de una habitación; Internet ha abierto un enorme hueco por el que podemos y debemos mirar, y estará bien que utilicemos parte del tiempo en capacitar a los chicos y chicas a hacer un uso racional de estas tecnologías nuevas para que potencien los aprendizajes, para que aporten conocimiento a los usuarios. En fin, estoy convencido que pones de tu parte todo lo que hay que poner para que la biblioteca escolar contribuya de manera decisiva al fomento de la lectura, la escritura y el trabajo documental.
La dinamización cultural desde la biblioteca escolar
Dicho lo anterior, de una manera rápida, falta por tocar la cuarta pata de ese frágil equilibrio que proponía la definición. Falta hablar de la “dinamización cultural del colegio”. Y hacia ahí conduzco la última parte de este artículo, tirando fundamentalmente de la experiencia, del trabajo continuado, desarrollado desde la biblioteca escolar en el CEIP Miguel Servet de Fraga.
Dos veces al año, una en el primer trimestre y la otra, a caballo entre el segundo y el tercero, llevamos adelante dos pequeños proyectos de trabajo, relacionados con un tema definido previamente. Para empezar, solemos realizar una amplia selección bibliográfica (de los fondos de nuestra biblioteca escolar o ampliada con los de la biblioteca pública) y la presentamos de dos manera diferentes: con una exposición dentro de la misma biblioteca o llenando tres “maletas circulantes” que recorren las aulas del centro. En ambos casos, invitamos al profesorado responsable a que lea en voz alta al alumnado y ofrezca los libros a los chicos para que esa fase informativa y de motivación sea eficaz. Seguidamente, solemos pedir a las clases la realización de algún trabajo individual o colectivo relacionado con el tema, dando por hecho, que todos los realizados serán expuestos al final de la actividad. Mientras tanto, preparamos algún material de acompañamiento o de finalización de la misma (álbum de cromos, póster, librito, guía de lectura, desplegable, juego, etc.) para entregar a todo el alumnado. Un grupo de madres ornamentan la biblioteca de acuerdo con el tema elegido y otro grupo selecciona algunos libros, prepara materiales y realizan sesiones de cuentacuentos o cuentalibros para todos los niños y niñas del centro… Durante un tiempo al año, y así curso tras curso, la biblioteca escolar es la impulsora de algunas actividades que justifican sobradamente la existencia de la misma y la alta consideración que debe tener, porque es lugar de encuentro, espacio de lectura y reflexión, equipamiento de participación de las familias, entidad receptora de la creatividad del alumnado, lugar donde se implementa la sensibilidad y la fantasía y se practica la cooperación…
“Súbete al tren de la poesía”, “Ánimos lectores”, “Crónica secreta de lo que hicieron las brujas en el colegio Miguel Servet de Fraga”, “¡Cuidado, la poesía anda suelta!”, “Los libros no se comen, pero alimentan”, “Vivir, sentir, convivir”, “La naturaleza y los libros: un viaje ecoliterario”, “La luna tiene un secreto”, “Historias llenas de vacas, ballenas y vacallenas”, “Cuando la biblioteca se disfraza de quiosco”, “Un océano de palabras en un mar de libros”, “Los dragones han vuelto”, “El museo de los cuentos”, “Animales de andar por casa”, “Pueblos y culturas”, “Maletas de poesía y de poetas”, “Y tú, cómo pintas?”, “Cada cuál que traiga su juego”… son algunos títulos de nuestras actividades; todas ellas desarrolladas en base a ese protocolo esbozado más arriba. Todas, con la posibilidad de que algunos maestros y maestras, con ánimo y deseos de innovar, añadan recorridos sorprendentes al formato protocolario establecido: completando el proyecto con más énfasis documental o con mayor aportación creativa, generando materiales informáticos o libritos en papel que permitan hacer un aprovechamiento mayor de los materiales, del proceso y de las personas que aportan su imaginación y su trabajo.»
- Pulsad en este enlace para leer el artículo al completo en el blog La cadiera de Macoca, de Mariano Coronas Cabrero
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